Lady Di, la princesa triste e inmortal
- EstefaAguirreN
- 31 ago 2017
- 2 Min. de lectura

Por el Tiempo
El 31 de agosto de 1997, a las 4:05 de la madrugada, murió Diana Spencer o Lady Di en el hospital de Pitié-Salpêtrière. Así, sin más títulos nobiliarios, sin corona de diamantes, sin palacios. Había perdido todo ello un año antes al divorciarse de forma oficial del príncipe Carlos de Inglaterra, después de 10 años de matrimonio (aunque estaban separados desde 1992), con historias de infidelidad mutuas, episodios de depresión y bulimia y otras escenas poco felices.
Pero, al tiempo que trascurría la noticia de su muerte, a los 36 años de edad a causa de una hemorragia interna sufrida cuando, cuatro horas antes –a las 12:20 p. m.–, el carro en el que iba con Dodi al Fayed, su novio, se estrelló contra el pilar 13 del túnel del Puente del Alma en París. Nacía la Princesa del Pueblo. Este fue un título que no heredó de nadie, que no necesitó de firmas en pergaminos ni de ceremonias de entronización. Bastó con que así la mencionara el entonces primer ministro británico, Tony Blair, para que todos la reconocieran como tal. Fue el estatus que le dio la gente en el mundo y nadie le podrá quitar jamás. Se lo ganó por su trabajo humanitario, su cercanía con la gente, sus escenas de madre amorosa y entregada, sus lágrimas de mujer víctima de las circunstancias. Así ha quedado demostrado: dos décadas después, su muerte se conmemora con homenajes y variedad de documentales y ediciones especiales de revistas, periódicos y programas de televisión. Historias mil veces contadas que la gente no se aburre de escuchar o leer para encontrar un nuevo detalle que agregarle a la historia de este mito.
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